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Caminar por la zona de Saldanha en Lisboa es otra cosa. Es plano. Viene bien para relajar las piernas de tanto subir y bajar las calçadas, los becos, las ruas, los largos, las praças, lisboetas. Darte un respiro una, dos veces por semana, y andar por las Avenidas República, Duque D´Avila, Rovisco Pais. Pasar por el Jardim Jorge Luis Borges. Acercarte hasta el jardín Amalia Rodrigues, mola. Y pararse a ratos. Sentarse a tomar la vida.  

Sentado en uno de los bancos que están al lado de una de las bocas de metro Saldanha (añadir información) justo al lado de un alquiler de bicis, Lisbon Bike Rentals, fijándome en las que quedaban libres, la número 12, 06 y 04, una mirada asoma por encima de la mascarilla quirúrgica, un poco más lejos, al lado del semáforo, esperando para cruzar hacia N0S

 A la mirada la acompaña una mujer delgada, esbelta, elegante. Vestida de gris plata haciendo juego con su cabellera. Buff, hubo conexión.

“el ojo piensa,

El pensamiento Ve,

La mirada toca” (Octavio Paz)

Cuántas personas nos cruzamos a lo largo de nuestras vidas unos segundos y pasan a formar parte de nuestra memoria gráfica para siempre. Cuántas personas permanecen a nuestro lado tiempos y espacios incontables y las olvidamos en tres telediarios cuando partimos o parten.

Es la energía del danzar de la vida creativa, la que a pesar de miles de ensayos error nunca se rinde porque sabe que quizá en el 1001 está el acierto. Es la energía de los seres que pulsan el motor de la creación

(retazo de la novela que voy escribiendo. Suena «No dejes de Soñar» Manuel Carrasco)

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